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jueves, 25 de noviembre de 2010

DESARROLLO DE LAS FACULTADES PSIQUICAS


Dar algunas orientaciones practicas, relativas a como puede desarrollar sus facultades psíquicas. Para ello daremos algunas normas que le permitan conseguir este importante objetivo y mejorar así su capacidad profesional.


Atención


La atención es la concentración de la mente en un objeto o idea determinada, de forma que casi nos quedamos absortos y aislados de cuanto nos rodea, permitiéndonos observar con detenimiento todos sus detalles. De su intensidad depende la relación, que es la capacidad de fijación de las sensaciones que percibimos de las sensaciones que percibimos, para recordarlas y evocarlas, más adelante, por un acto de voluntad. Cuanto más consiente haya sido la atención, en el momento de la observación, más perfecta será la retención. Por ello es muy conveniente educar nuestra atención, realizando ejercicios como concentrar nuestro pensamiento, durante varios minutos, en una idea u objeto, o bien, en plena oficina tratar de aislarnos y fijar nuestra atención en nuestro trabajo.


Memoria.


Es la facultad que nos permite aprender, retener y recordar oportunamente. Tiene cinco fases: captación, fijación, latencia, evolución y recuerdo. Cuando más perfecta ha sido la fijación tanto más exacto será el recuerdo. La memoria puede educarse tratando de perfeccionar cada una de sus fases mediante ejercicios que nos obliguen a utilizarla, sin que ello signifique que tengamos que fatigarla en exceso.


Receptividad y emisividad.


Nuestra mente realiza dos operaciones, ya que su actividad es doble. Receptividad del mundo exterior, mediante sensaciones de todo orden y emisora de imágenes, ideas o raciocinios elaborados por nosotros consciente o inconscientemente. Para educar nuestra mente es preciso distinguir estas dos actividades, pues no podemos simultanearlas.


Tratemos de observar con atención los objetivos que nos presenten a nuestra visión captemos todos sus detalles y procuremos descubrir aquellos que no son fácilmente visibles. De la misma manera, procuremos que nuestras ideas, juicios o criticas sean el resultado de una profunda meditación y respondan a la verdad.


Criterio.


Nuestra mente debe encaminarse siempre a buscar la verdad y la certeza de las cosas. Nos ayuda la criteriología enseñándonos a verificar la realidad de nuestros conocimientos y a formar opiniones propias, acertadas y adecuadas a la realidad del mundo exterior. Siguiendo a Stoddard hemos de señalar que la inteligencia es la capacidad del cerebro para pensar aprender y conocer; el conocimiento es la acumulación de lo que positivamente se sabe y la criteriología fundamentada en un criterio sobre algo concreto.


Como colofón recordaremos la ayuda que puede prestarnos, para aceptar en nuestros juicios, el adoptar la forma sistemática de raciocinar que nos ofrecen la deducción y la inducción. Deducir es razonar derivando lo particular de lo universal, por ejemplo: si todos los jefes mandan, deduzco que mi jefe manda. Inducir va de lo particular a lo general, por ejemplo: si observamos que el calor funde el plomo, el hierro, el zinc, etc., inferimos que por vía inductiva que el calor es fundente.


Emoción y emotividad


La emoción es un trauma psíquico, una agitación de nuestro ánimo, una sacudida en nuestra actividad normal que provoca afectos o pasiones unas agradables y otras desagradables, como el amor o el miedo. Emotividad es un estado de animo con una marcada tendencia al desequilibrio emocional y una directa influencia sobre la conducta de la persona. La expresión emocional puede adoptar tres formas típicas: la convulsiva, la opresiva y la expansiva.


El estado emocional ha de ser dominado pues es pernicioso para nuestra actuación en todos sentidos ya que nubla nuestro juicio y nos inclina a cometer errores.


La Timidez


Una de las manifestaciones que suele acompañar a la emotividad, o mejor aún, a la hiperemotividad es la timidez, que podríamos definir, como un complejo de inferioridad o inseguridad que invade de forma permanente la persona y le impulsa a replegarse sobre si misma y a veces proyectarse violentamente al exterior. Existe un medio eficaz de vencer la timidez. Pero exige una considerable fuerza de voluntad. El remedio es sencillo en su planteamiento: se trata de que la persona tímida realice, por un esfuerzo de voluntad si es preciso precisamente aquello que no se atreve a hacer debido a su apocamiento, la persona tímida puede elegir el día, la hora y él lugar de su experimento y acumular en el mismo valor necesario para llevarlo a termino. No hay duda que en el momento de realizar dicha experimentación pasara un mal rato. Pero habrá comenzado a familiarizarse con el dominio de lo que tantos trastornos le ocasionaban y con ello habrá iniciado la rápida carrera en la que todo complejo queda destrozado.


La voluntad


Una penetrante inteligencia unida a una fuerte voluntad constituye los dos poderosos puntales del desarrollo de la personalidad. La voluntad es nuestro poder ejecutivo, Mediante el cual decidimos escoger determinados fines y medios. La voluntad es facultad del ser racional, por tanto, la luz del entendimiento debe iluminar antes todo acto de voluntad, examinado la decisión que hay que tomar.


Las fases del acto voluntario son básicamente cuatro:


1. La concepción, el tener conocimiento del acto que debemos ejecutar.


2. La deliberación, o sea, el examen de las razones que tengo para decidirme los pros y los contras, estudiándolas diversas alternativas posibles.


3. La decisión. Una vez la mente ha visto claro el mejor camino o el objetivo a escoger, se decide por este y abandona a todos los demás.


4. La ejecución, es decir, convertir en acto nuestra decisión, llevándolo a efecto de la manera más perfecta posible.


Todos deberíamos reeducar nuestra voluntad, pues la abulia y la indecisión son debilidades muy perjudiciales para el ser humano. Solamente un deseo positivo de alcanzar una fuerte voluntad, unido a determinados ejercicios, puede perfeccionar nuestra facultad volitiva. Con todo quisiéramos señalar dos procedimientos:


1. Educar la voluntad por motivos, es decir, utilizando las motivaciones, que no son otra cosa que razones y cauces que convencen a nuestra mente de que hay que obrar en determinado sentido. Llenemos, pues, nuestra mente de motivos para obrar.


2. Educar la voluntad por actos. Hay que proponerse realizar determinados actos, como ejercicio o entrenamiento, de carácter si se quiere, como levantarse y abrir una ventana, levantar un peso, pero hay que realizarlos conscientemente pensando que hacemos aquello porque queremos hacerlo. Poco a poco podremos ir complicando más los ejercicios, proponiéndonos cosas más difíciles, hasta llegar a acometer no ya actos de entrenamiento sino los que nos impone la realidad. Si tenemos conciencia y seguridad de que podemos hacerlos, notaremos nomo nuestra voluntad es más potente y haremos empezando a triunfar.

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